El Acueducto de Querétaro, uno de los símbolos arquitectónicos más emblemáticos del estado, ha sido testigo de innumerables momentos históricos a lo largo de los siglos. En una fotografía de 1895, se puede observar un vagón de pasajeros del Ferrocarril Nacional de México estacionado justo debajo de uno de sus imponentes arcos, un testimonio visual del paso del tiempo y la evolución de los medios de transporte en la región.
En aquella época, el ferrocarril era el principal medio de transporte para largas distancias, conectando a Querétaro con el resto del país y permitiendo el crecimiento económico y social de la ciudad. La imagen nos remonta a un momento donde la modernidad del ferrocarril contrastaba con la majestuosidad colonial del Acueducto, una obra construida en el siglo XVIII para abastecer de agua a la ciudad.
Este tipo de registros históricos no solo nos permiten apreciar el avance en infraestructura y tecnología, sino también reflexionar sobre la transformación urbana que ha vivido Querétaro. Lo que en aquel entonces era una escena cotidiana —el ferrocarril operando bajo la sombra de una de las construcciones más representativas del estado—, hoy es un recuerdo que enriquece la memoria colectiva.
Actualmente, el Acueducto sigue siendo una de las postales más icónicas de la ciudad, aunque el paso de los trenes de pasajeros se ha convertido en parte del pasado. Sin embargo, imágenes como esta nos permiten viajar en el tiempo y valorar el legado de generaciones anteriores, quienes forjaron la identidad histórica y cultural de Querétaro.