Luis Miguel, mejor conocido por su apodo “El del Oxxo”, compartió el momento que marcó un antes y un después en su vida. “Yo solo iba por un refresco… pero llegó la patrulla espiritual”, relata. Aquella tarde, un grupo de hombres lo detuvo, pero no para llevarlo a una celda más, como tantas veces antes, sino a un centro de rehabilitación.
Ahí fue nombrado “Tazo Dorado”, una forma simbólica de reconocer que, aunque rota, toda persona tiene valor. Ese fue el primer paso para cambiar el rumbo de su historia.
Con un hijo de 13 años como motor, Luis Miguel comenzó un proceso de sanación y conciencia. “No tengo nada que darle… salvo mi cambio de mentalidad. Al menos podré ofrecerle un padre”, confiesa.
Hoy, lucha por aprender a vivir sin depender de la droga, con la firme convicción de que su vida aún tiene un propósito.
Historias como la suya nos recuerdan que la esperanza puede renacer cuando menos lo esperamos. Que nunca es tarde para empezar de nuevo.