El 1 de junio de 1994 marcó un hito en la arqueología mesoamericana. Ese día, un equipo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) descubrió, dentro del Templo XIII de la Zona Arqueológica de Palenque, Chiapas, la tumba de una figura femenina de alto rango, enterrada con un impresionante conjunto de ornamentos y ofrendas que revelaban su importancia en el mundo maya prehispánico. Por la tonalidad roja que cubría sus restos y la riqueza de su entierro, los investigadores la bautizaron como «La Reina Roja».
El hallazgo tuvo lugar en un templo secundario pero de gran relevancia, ubicado junto al célebre Templo de las Inscripciones, donde descansa el gobernante Pakal el Grande, uno de los soberanos más influyentes del periodo Clásico maya. Al interior del sarcófago de la Reina Roja, los arqueólogos encontraron una máscara funeraria de jade cuidadosamente elaborada, diversos ornamentos, así como pigmento cinabrio, un mineral de color rojo intenso utilizado con fines ceremoniales y reservado tradicionalmente para individuos de la élite.
Desde su descubrimiento, la identidad de esta figura ha sido motivo de múltiples estudios, debates e hipótesis. Aunque aún no se ha podido establecer con certeza quién fue en vida, investigaciones recientes han fortalecido la teoría de que podría tratarse de Tz’akbu Ajaw, esposa del rey Pakal. De ser así, se confirmaría que la Reina Roja fue una figura clave no sólo en la corte palencana, sino también en la consolidación del linaje gobernante de Palenque.
Análisis osteológicos y genéticos, así como la ubicación de la tumba y los objetos hallados, respaldan la posibilidad de que esta mujer tuviera un vínculo directo con la familia real. Sin embargo, hasta el día de hoy, no se ha identificado de forma concluyente su nombre mediante inscripciones jeroglíficas asociadas a su entierro.
El descubrimiento de la Reina Roja aportó una perspectiva más amplia sobre el papel de las mujeres en las estructuras de poder del mundo maya, y desafió las nociones previas que solían minimizar su influencia política y ceremonial. La riqueza simbólica de su entierro confirma que ciertas mujeres, al igual que los hombres, eran depositarias de autoridad religiosa y social en sus comunidades.
Treinta años después, su figura sigue siendo objeto de fascinación, tanto para la comunidad científica como para el público en general. El Templo XIII se ha convertido en un punto clave dentro del circuito arqueológico de Palenque, y su historia continúa inspirando investigaciones, documentales y exposiciones que buscan entender mejor el esplendor de una de las civilizaciones más importantes de América precolombina.